Los origenes: Practica Profesional Supervisada 2016
"UN BUEN PUNTO DE PARTIDA": UN TESTIMONIO DE CESAR GONZALEZ
Catedra Psicología Clinica de adultos y gerontes. Facultad de Psicologia. UNLP..
Catedra Psicología Clinica de adultos y gerontes. Facultad de Psicologia. UNLP..
César González, poeta, ensayista, cineasta. Cesar González ante todo artista, voz visible de una cultura viva. Vivió y vive en carne propia las injusticias de un sistema que excluye y discrimina, y ante esa realidad pone el cuerpo y las palabras, pone el arte como barricada desde donde defiende su derecho a existir, a ser y generar arte. No pide permiso, se reivindica Villero y desde esa barricada toma la cultura que le niegan desde el sistema.
Director de cine con dos largometrajes “Diagnostico Esperanza” (2013) y “¿Qué puede un cuerpo? (2014), también dirigió el documental “Corte Rancho” (Canal Encuentro, 2013) y de los cortometrajes “Guachines” y “Truco”. Editor y creador de la revista Todo Piola, que comenzó siendo una publicación clandestina en el instituto para menores donde estuvo detenido. Autor de los libros de poesía “La Venganza del Cordero atado” (2010) , “Crónica de una libertad condicional” (2011) y ““Retorica al Suspiro de queja” (2015).
Lamás Médula: César, comencemos por el principio, naciste, te criaste y vivís en el barrio Carlos Gardel. En el medio tuviste un paso tras las rejas, entre correccionales de menores y cárcel para adultos cuantos años fueron cinco años. En esa etapa imprimiste los primeros números de la revista Todo Piola de forma clandestina, cual fue el camino a tomar la decisión de publicar la revista, que trabas de parte del sistema carcelario tuviste.
César González: La publicación la hice de una manera clandestina porque no me quedaba otra opción, el riesgo que corría si descubrían la revista era de ser castigado, por eso empecé a hacerla sin que el aparato institucional se enterase, yo escribía los textos y se los pasaba a un amigo en visita, o se los dictaba por teléfono, que a su vez este tenía un amigo diseñador gráfico quien se encargó de materializar la idea. Si el sistema carcelario hubiese tomado conocimiento de que yo mismo estaba armando una revista hubiese sido seguramente hasta torturado, y digo yo mismo, porque revistas en los institutos y penales hay, pero no son los presos quienes deciden su contenido y forma sino que hay siempre alguien llámese educador, psicólogo o trabajador social que es el encargado de armar esas revistas y donde el preso escribe siempre lo moralmente correcto. Básicamente si me pegaban y verdugeaban por el simple hecho de leer o presentar un escrito al juzgado no me quiero imaginar si se enteraban que desde la cárcel estaba haciendo una revista de literatura con mucha denuncia al sistema carcelario mismo.
LM: En esos años también escribiste los poemas que formarían luego tu primer libro “La venganza del cordero atado” cuando tomaste conciencia de que eras poeta ¿De qué tenías algo para decir?
CG: La poesía fue lo que me hizo tomar la decisión de no morir, algo a lo cual aferrarme a pesar de tanto dolor que llevaba y llevo en mi cuerpo por nacer hacinado en una villa, por los balazos que me dieron y porque mi vida siempre se movió únicamente en territorios hostiles rebalsados de injusticias y desigualdades, como lo son la villa y la cárcel. Empezar a escribir fue lo que me hizo creer que yo era persona, que yo era un sujeto y no un simple objeto, que podía ser un individuo pensante y que puede expresarse, que mi destino podía ser otra cosa que albañil o pibe chorro. La poesía me enseñó a sentir amor por el prójimo cuando el odio me ahogaba, me hizo redescubrirme y perdonarme, fue lo que me llevó a abandonar el resentimiento con la sociedad, que yo sentía y mucho. La poesía y el arte en general fue el espacio que encontré para investigar mi interior, para descubrir el ser, a través del arte, sea escritura o cine, empecé a sentir la necesidad de ayudar a la sociedad a pensar diferente sobre ciertas cuestiones que se creen absolutas y universales a la hora de hablar de la villa y sus habitantes.
LM: ¿Quiénes acompañaron y empujaron tu decisión? Porque esos años te bautizaste como Camilo Blajaquis? ¿Qué representaba para vos ese nombre?
CG: La verdad que desde la institución el acompañamiento u empuje fue casi nulo, salvo algunas excepciones de algunos profesores de la escuela que me brindaron un seudo-apoyo, y antepongo el seudo porque el hecho fue que a diferencia de los psicólogos y trabajadores sociales ellos no impedían que yo escribiese, pero tampoco ninguno creyó que yo realmente podía llegar a ser lo que soy hoy. A todo aquel perteneciente al ámbito institucional de la cárcel al cual yo le dije que iba a ser escritor me miraba como diciendo: “pobrecito, mira lo que dice” “Que iluso el negrito”. Ninguno me lo dijo textualmente así, pero no hacía falta, sus actitudes, sus risas, sus miradas de burla y desconfianza eran la prueba suficiente. Lo llamativo es que ellos creían que yo no me daba cuenta de su doble moral, ya que por un lado se necesita gente que tenga ganas de hacer laburo social en la cárcel, pero por el otro esos mismos que van están convencidos de que los presos son cuasi-simios salvajes y que no nos damos cuenta de la profundidad de las cosas, pero la realidad es que los presos siempre son plenamente consciente de cuando un ser humano es artificial y no hace parecer su discurso a su praxis. El preso sabe descifrar muy bien que a lo que ellos llaman ayudar en realidad es el ejercer un poder-saber, por parte del educador o psicólogo o trabajador social por sobre el preso. Ellos los “educadores” son los que saben, los presos son los que “no saben”, por lo tanto el que sabe debe manejar o mejor dicho “ayudar” al que no sabe, “ayudarlo a saber” y eso está tan arraigado en los “educadores” que les impide consiente e inconscientemente, poder creer que un pibe pobre nacido en una villa pudiera desarrollar técnicas artísticas o que un pibe de la villa efectivamente pueda saber. Foucault lo explica muy bien, el preso es tratado por los educadores como si fuera un niño. Lo revolucionario sería desmantelar ese supuesto totalizador de que el preso no sabe, porque una persona que cae en prisión, y como la estadísticas muestran, proviene en una inmensa y casi total mayoría de lugares bajo el flagelo de la pobreza, de la violencia intra-familiar y también exterior, el contexto en el que desarrolló su vida fue bajo condiciones de hacinamiento, solo basta examinar la historia de esos cuerpos que llegan a la cárcel para observar que desde que esos cuerpos nacieron fueron sometidos directa o indirectamente, a alguna injusticia, desde antes de cometer un delito ya han sido castigados, han conocido la tortura policial, la discriminación, el racismo, esos cuerpos ya han sabido sobrevivir al hambre, a la enfermedad sin remedios, a remarla en medio del peor infierno, que es cuando una sociedad te da la espalda. Y sobrevivir en dichas condiciones a cualquier sujeto lo hace más sabio, más fuerte, más lúcido, más despierto, pero en cambio, los sujetos que habitan esos cuerpos son tratados como ignorantes, como vacíos de conocimiento y el problema se agudiza más porque el propio villero, el propio preso se convence que esto es una verdad irreductible y por eso jamás va a ser consciente de todas las virtudes que ha desarrollado a partir de su precaria vida y jamás presentará resistencia cuando le vengan a decir que él no sabe y que debe aprender del que sabe. Yo era uno de esos, estaba convencido que era un ignorante y que debía besarle los pies a cada uno de los que traían un saber (poder).
LM:¿Cómo fue encontrar a quien fuiste antes de tu experiencia carcelaria, con el que eras cuando saliste? ¿Qué diferencias encontrabas en vos luego de una experiencia traumática como la que habías vivido, pero que al mismo tiempo no logro detener tu ímpetu creador?
CG: Es que no me fui a ningún lado, es imposible irse de uno, lo mío no fue un cambio, fue simplemente tomar conciencia de la historia, ser consciente de las causas y efectos del capitalismo, saber que el hecho de que yo haya robado no escondía ningún problema psicológico ni psíquico sino puramente económico, porque en estas sociedad adictas a consumirlo todo el pibe chorro no es más que una expresión estéticamente fea del modo en que las personas elegimos organizar nuestra sociedad. El hecho de que un pibe robe no tiene que ver con algún problema mental sino estrictamente monetario, porque nos venden un mundo donde supuestamente “el que quiere puede”, pero los bienes son escasos, no todos podrán tener todos esos bienes, porque hay explotadores y explotados y la mayor parte de la riqueza está en muy pocas manos, la violencia es la propiedad privada, violencia es una cultura basada en el tener y acumular la mayor cantidad de cosas posibles. Así como está distribuido el ingreso, tal como está estructurada nuestra sociedad en la división de clases, lo único que tiene un villero como bien es su fuerza, su lomo, y si bien esto que digo parece argumentarse con el pensamiento de Marx, en cierto punto no lo es, porque Marx hablaba del proletariado, y el villero es menos que el proletariado, es más, ser proletario para un villero es como realizar un sueño, ya que no es tan fácil o mejor dicho es muy difícil para un villero o un ex preso alcanzar un puesto de trabajo en una fábrica, es decirla dimensión del proletario. El villero debe conformarse con trabajos pasajeros, ser albañil, la venta ambulante, con la famosa “changa”. El villero es lo que Foucault llama “la plebe no proletarizada”, o ahora si en términos marxistas el “lumpen proletario”, algo que está más abajo que el proletario mismo, cuando se creía que este era el último escalón de la sociedad vale aclarar que aún hay alguien más abajo que él y en Argentina es el villero.
LM: En lo que respecta a la poesía donde tienes tres libros publicados ¿Qué sentís que te dio? Que te brindo ese espacio que es la poesía, en tu caso personal la poesía fue un escape o un reafirmar quien sos.
CG: Bueno principalmente mis libros fueron la forma de darme a conocer a la sociedad, era muy necesario para mi vencer al anonimato con el que la sociedad condena a los villeros, porque siendo anónimo era muy fácil que la policía o el juzgado me siga hostigando, ya que yo había caído por delitos bastante graves, y los libros hicieron posible que yo dejé de ser un anónimo, un numero de legajo más. Los libros me abrieron la puerta a los medios de comunicación y partir de ahí me fue posible encontrar un trabajo al salir de la cárcel y así poder comer y ayudar a mi familia. Por suerte la sociedad dentro de su alienación, dentro de su tendencia al fascismo siempre deja lugar para la solidaridad, como una fuerza que sucede a pesar de que los mandatos son el egoísmo y la indiferencia. Una fuerza que se hace presente y se manifiesta en actos solidarios, más que nada micros. Es la misma clase media y media alta que estigmatiza y margina al villero por un lado, la que por otro compra mis libros o mira mis películas y me hace llegar su cariño, su fuerza, he tenido grandes bajones de ánimo desde que salí de la cárcel y siempre encontré un motivo para levantarme en algún mensaje que me llega de algún desconocido/a valorando mi laburo, diciéndome que siga adelante, que no afloje, que siga haciendo cosas. Como escribí en un poema de mi próximo libro; somos amor, a pesar de nosotros.
LM: A nivel personal algo que siempre me llamo a seguir tu carrera artística, que siento que es un mensaje que vale la pena escuchar, necesario para romper prejuicios, es esa reafirmación de quien sos y de donde venís que engloba en como utilizas la palabra “villero”. Es como que dijeras soy villero y a la vez poeta, soy villero y a la vez estudio filosofía, soy villero y a la ves dirijo una revista, soy villero y a la vez dirijo y hago cine. Soy villero y hago arte y cultura al mismo tiempo. Es como que una palabra que una parte de la sociedad utiliza de forma despectiva, te la apropias y la llenas de valores.
CG: Yo escucho todos los días a cualquier horario y en cualquier lugar a la hora que un ciudadano quiere aconsejar a otro la frase “No seas un negro de mierda”, “No seas villero”. Es como un consejo saludable, una recomendación amistosa para “mejorar como persona”, no seas villero y eso “te garantizará ser mejor persona”, tendrás más amigos y serás más valorado, en cambio si “te comportas como villero” estás haciendo algo malo, te estas equivocando y es probable que te quedes solo. Y el mismo villero siente vergüenza del lugar donde vive, lo niega. Pero esto rebalsa hipocresía y ficción porque sin esos negros de mierda, sin esos villeros que son y se comportan como tales, no habría un solo edificio en la ciudad, sin los negros de mierda las calles serían pura basura porque no estarían quienes la levantan, no habría ni siquiera policías, porque ellos también son “negros de mierda”, ellos también provienen de las capas más pobres de la sociedad. Por eso me reivindico siempre como villero y lo pongo como mi principal característica, para demostrar que eso que es sinónimo de “lo malo” de una sociedad puede hacer y realizar cosas relacionadas con todo “lo bueno de una sociedad” como lo es el arte, la cultura, el compromiso con el prójimo. El villero que para la mayoría de la gente es sinónimo de ignorancia y delincuencia puede estudiar filosofía, puede escribir libros, puede hacer películas y dentro del cine de autor. Puede ser hombre y no simplemente “un simio con algunos gestos humanos”.
LM: A tu alrededor con los años se formó un colectivo cultural heterogéneo y creativo, sos consiente del lugar que tomaste tanto para quien vive dentro de la villa para el que no. ¿Cómo lograste generar un nexo?
CG: Lo único que hago yo es mostrarle a mis pares villeros que se puede ser algo diferente a lo que nos obligan ser desde hace siglos, que el arte es un derecho que debemos reclamar y que nos ha sido históricamente negado.
LM: Volviendo al seudónimo Camilo Blajaquis, cuando, como y porque dejaste a Camilo para ser César González?
CG: Porque creo que está más relacionado con mis orígenes, es decir, que en la clase a la cual pertenezco es muy difícil encontrar un apellido raro, los apellidos de los pobres son una tiranía de apellidos comunes, mis raíces vienen de los pueblos originarios, el color de mi piel y mis rasgos faciales expresan eso, y es siempre más digno no negar sus raíces. Los españoles al colonizar a las tribus les asignaban ellos el apellido que se les cantaba cuando estas tribus ya tenían su propio catálogo de nombres.